jueves, 12 de marzo de 2009

CAPITULO 2.2: NUEVO BARRIO

Hacia un mes y medio, que habíamos abierto la oficina. En el mismo departamento que alquilamos en el Barrio Orriols. El ambiente nos gustaba, multicultural, calles sucias, bares como hormigueros, un barrio obrero, con chinos, colombianos, ecuatorianos, africanos y marroquíes clavados en las esquinas. Con carnicería argentina a dos pasos del edificio. Era el lugar perfecto para el nuevo proyecto.
Cuando el primer búlgaro entró, pensé que era un cliente. No me dio tiempo a decirle nada. Largo las palabras a quemarropa.

-Tienen una semana para cerrar esta mierda.- amenazó acompañado por un gordinflón con la camisa a punto de estallar, cadenas colgando del cuello y gafas oscuras de imitación. Ambos llevaban las cabezas rapadas. Uno tenía dos pistolas de tinta china estampadas en el brazo derecho.

-Entendieron, una semana sino…
Sin dejarlo terminar, el Gordo le estampó una naranja en la frente y nos trenzamos a patadas y trompadas. Rompí el teléfono contra la frente del más grande, que gritó atontado algo en búlgaro.
El Sicario tumbó el escritorio, gritando como loco alaridos de muerte o que querían parecerlo. Luego revoleó más naranjas.
Fui el primero en huir, el Gordo no tardo en seguirme.
El Sicario se me adelanto con el saco de naranjas al hombro y los pantalones a media asta dejándole ver la raya del culo. Sus zapatos de taco retumbaban contra la acera y tiraba naranjas fuera de sí. Era un animal herido que escapaba despavorido entre los transeúntes absortos.