martes, 23 de diciembre de 2008

CAPITULO FINAL 10: LA CAMARA

Fueron semanas angustiosas. Antes de que llegara el mensaje al móvil.
Iba todos los días al bar que estaba frente al edificio, me sentaba junto a la ventana y pedía un café con leche. Pasaba allí sentado unas 6 horas por día. Los dueños del bar creerían que estaba loco al oirme hablar solo. Miraba cada persona que entraba al edificio, alguien tendría que darme algun indicio, una pista para llegar al gordo.
Las semanas pasaron, las hojas amarillas ya cubrían las aceras. A veces me pasaba horas con la mirada clavada en el número del portal.
Una tarde estuve a punto de entrar , fuí hasta la puerta principal. Subí al quinto. Desistí al pensar en la policia, esperandome dentro del piso. Volví al bar era más seguro estar allí.
Más de una vez me quedaba dormido con la cabeza apoyada contra el cristal.
Cuando iba al bar intentaba realizar caminos diferentes, podrían seguirme. No tenía que cometer errores. Por miedo a que tuvieran un identikit, me dejé un bigote desprolijo
y escondí mis ojos con una gafas oscuras. Me sentía un imbécil, pense en ir a la policía y contarlo todo para recuperar la calma. Llevaba días enteros sin dormir en un colchon. Vagaba de un lugar o otro. Me aseaba en lo baños de las gasolineras. Amanecía con la espalda destrozada sobre un banco de alguna plaza.
Del bigote desprolijo pase a una barba horrorosa. Una tarde vi mi imagen en un televisor de un escaparate. Me quedé congelado, con la madibula tiritandome, me veía gris y con la ropa colgádome como piel vieja a punto de caer, ¡Oh Dios, pedirían mi captura!
Mis imágenes estaban allí, mostrándome al público. Vendrían por mi. Alguien me reconocería. Cuando recobré la calma, acabé en la cuenta de que una cámara en oferta me filmaba desde el mismo escaparate. Respire aliviado y maldije las putas ofertas.



EL MENSAJE

Cuando te fuiste a dar una vuelta. Le dí al chino un bocadillo de atún con una longaniza y ketchup. De esos especiales que tanto te gustaban. Luego de comer la mitad del bocata comenzo a toser, le dí agua, y continuo empeorando. Se agarró el estomago, al cabo de unos minutos respiraba por la boca, estaba poniéndose violeta. inhalaba entre cortado. Le dí más agua, en la desesperación metí mis dedos en su boca y nada. Con un hilo de voz alcanzó a decirme alér... y se quedó sin aire. Pensé que sería su hijo o alguien de su familia. En un soplido soltó alér....gico y quedó tiezo.
Fueron minutos. Actue de inmediato, baje al empresario en la silla de ruedas, vestido de abuelo. Lo abandoné en un parque. No pude avisarte, todo fue muy rápido, me dejé llevar por el miedo.
Me sentía decepcionado conmigo mismo. No habia podido matar al empresario de un tiro. ¿Que clase de sicario era yo? Un hecho fortuito había acabado con la vida del chino.

Nunca pensé que todo terminaría de esta manera. Tibaldi cumplió el trato.
Tu parte esta enterada en el parque de los patos, junto al banco en donde algunas veces hablamos de Mariana.