martes, 14 de octubre de 2008

CAPITULO 7: LA DECISIÓN

Los ronquidos del Sicario me despertaron. Dormía en la silla, con la pistola en la mano izquierda, en la otra tenía el segundo bocadillo a medio terminar.
El empresario permanecía con los ojos abiertos y su rostro demostraba cansancio.
- ¡Gordo, gordo! Dije cuando los ronquidos se hicieron insoportables.
El sicario movió la cabeza, de un lado a otro y se levantó de repente.
- ¡La puta madre, dónde estoy! Dijo aturdido y suspiró aliviado al vernos.
Hace una hora me llamó, tenemos que terminar con esto.
Vamos a la cocina, me dijo entre bostezos.
Mirá tengo que matarlo y darle una prueba a Tibaldi, luego nos dará el dinero. Afirmó de repente el sicario, mientras me pasaba una cerveza del refrigerador.
- ¿Si te engaña y no te da el dinero? ¿Es un riesgo, no?

- Tengo una grabación de voz en la cual cerramos el trato,
con el empresario Tibaldi.
No tendría más remedio que pagarme o nos hundimos juntos.
- No demores más el asunto y liquídalo, dije como si las palabras no fueran mías.
- Te crees que es fácil. El tipo trató de hacerme la psicológica, diciéndome que tenía hijos y mujer.
- Si no querés estar aquí cuando lo mate podes irte, me da igual.
- No, voy a quedarme en esto estamos juntos.