sábado, 23 de agosto de 2008

CAPITULO 1: EL SICARIO

El gordo llegó al bar con unas gafas de camionero.
Pidió un cortado, se había dejado la barba, y llevaba un gramo de cocaína en el bolsillo del pantalón. Era su gasolina me diría mas tarde.
Siempre le había gustado matar, los gatos fueron sus comienzos, asegurò sonriendo.
Tengo que matar a alguien, estoy perdiendo reputación, me dijo luego de lanzar una bocanada de humo.
Hacìa cinco años que no mataba, había perdido el ritmo. No lo llamaban los políticos ni ricos desconsolados por amor o traiciones económicas.
Esa noche desarmò la pistola y la limpiò, mientras bebía un whisky falsificado.
El gordo se había escapado de Holanda, hacìa tres meses. La mujer lo había denunciado por secuestro. Cuando fueron a buscarlo encontraron el laboratorio de pastillas.
Ella quiso venir de argentina, eso fue todo aseguro el gordo. Quería recomponer la relación, las cosas no fueron bien y se inventò la historia del secuestro.
Mariana, le dijo que tenía cáncer de pecho. Y él distendido, le respondió, que igual sin tetas la quería. Me gaste todo el dinero en traerla y se fuè dejándome sin un céntimo, una mañana encontré ropa revuelta y zapatos desparramados. Sobre la cama una nota, cuando llegue llamo.
Ella nunca llamò, y esto acrecentó la frustración por no matar. El gordo se perdió en los bares tratando de entender.
Necesitaba dinero y la pèrdida del laboratorio, hizo que pensase en regresar a su antiguo oficio.