viernes, 6 de febrero de 2009

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En memoria de Rafael S.

Mientras hacíamos cola para que cobrara la jubilación. Me separaba del abuelo para mirarlo desde lejos. Al acercarme de nuevo, Rafa sonreía y me preguntaba quién era yo. Por aquella época la memoria le pasaba factura.
Hacia la vertical en el sillón del negocio. Creyendo que así regresarían los recuerdos. Hacía cinco sesiones de tres minutos, hasta quedar rojo y dormido en el sillón.
¿Donde están mis dientes?
Una tarde su cabeza quedo vacía. Solo recordaba piropos con los que halagaba a las clientas.
Decíamos los precios en voz baja para que Rafael no criticara los importes.
¿Dónde están mis dientes?
Se confundía las llaves de la casa con las de la ferretería.
Renegaba contra la puerta, empuñando la llave como un espadachín.
¿Vos sos mi nieto?
Era una locomotora de ochenta años, sin ruedas ni humo.
Cuando Rafa se perdió salimos a buscarlo. Tratando de destejer sus huellas por el barrio. La policía lo encontró en el laberinto de la calle Alvear.
¿Vos sos mi nieto?
Lo trajeron empujándolo suavemente del hombro. Llego a la orilla como si regresara de la vuelta al mundo. Lo miramos a los ojos, para asegurarnos de que fuera él. Nos abrazamos. Rafael rió con ganas y pregunto si era su cumpleaños.
¿Vos sos mi nieto?
La vertical de lunes a sábado. Los domingos arquero oficial. El abuelo volaba de poste a poste, tratando de atrapar los recuerdos. En un vuelo al ángulo capturo su lengua materna. Desde ese día Rafael enfrento puertas empuñando la llave y puteando en idish.