miércoles, 10 de diciembre de 2008

CAPITULO 9: LA HUIDA

Regrese al departamento, empapado hasta los huesos. Habían pasado un par de horas. Los dedos de los pies estaban tiesos por el agua, pero me sentía mejor.
Desde la puerta llame al gordo, pero no me contesto.
Fui directo al comedor, una silla tumbada fue lo único que encontré. Con desesperación recorrí las habitaciones, la cocina y el baño. Volví a la sala alterado, me dejé caer en el sillón. Corrí nuevamente a la cocina tal vez hubiera una nota pegada en la nevera. Al mirar solo descubrí mugre y latas desparramadas.
Salí al balcón, no había rastros del Sicario y el empresario.
Habían desaparecido, trate de acomodar mis ideas. ¿Alguien vió algo y llamó a la policía? Pensé.
¿El gordo habría matado al chino sin mi presencia? ¿Luego cobraría el dinero para perderse en Argentina? Podría ser una posibilidad.
El temor me invadió, al pensar que el gordo estaría detenido y confesaría mi complicidad.
No sabía qué hacer, si esperar o huir.
De repente el timbre del móvil me sobresalto. Un mensaje resaltaba en la pantalla.
La incertidumbre volvió, solo era basura publicitaria.
La paranoia me invadió, oía sirenas a lo lejos, vendrían por mí, el Sicario lo confesaría todo.
Abandone el piso a toda carrera, con el corazón latiéndome en los oídos.